Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

La batalla de Rosa Luz

 

Durante el tiempo que traté a Rosa Luz Alegría no parecía que sus problemas fueran a agudizarse, ni que la vida le jugara las malas pasadas por las que ha atravesado, incluida su situación actual.

De ser la primera mujer en ocupar una secretaría de Estado en México, pasando por su romance con el que fuera presidente, José López Portillo, hasta la fecha, ocupando una cama en el área de Terapia Intensiva del hospital ABC de Santa Fe, reportada como muy grave, han pasado treinta años.

Nos conocimos después de su paso por el gabinete presidencial, cuando López Portillo ya no estaba en el poder. Estuve varias veces en su casa de la calle de Juárez, en San Jerónimo, ubicada muy cerca de la que tiene en la calle de Magnolia su ex suegro, Luis Echeverría Álvarez. Una de las cosas que llamaban la atención era el sofisticado sistema de alarmas que tenían en ese lugar. Fue instalado por órdenes de Echeverría, pero no tanto para cuidarla a ella como al nieto de este personaje, porque Rosa Luz tiene un hijo de Luis Vicente Echeverría Zuno que a la fecha debe tener más de cuarenta años de edad.

Ella no quería que Echeverría detectara nuestras reuniones que, aclaro, eran entre un periodista y una mujer que acababa de salir de la esfera del poder; por ésta razón me dio el teléfono de su hermana para que por medio de ella tuviéramos comunicación y me pidió que ya no la llamara directamente a la casa de San Jerónimo.

La doctora Alegría Escamilla tenía rutinas muy raras, pero explicables: llegaba a su casa en un automóvil Jaguar tipo E, clásico, modelo 1964, el más cotizado, de dos asientos en los que iban su chofer y ella. Desde que abría la puerta para bajar comenzaba a preguntarme por los planes que habíamos hecho, antes del saludo. Parecía querer dar la impresión de tener una personalidad de alto ejecutivo. Tras un par de horas con el café y la plática nos despedíamos, pero ella ya no tomaba el mismo vehículo, su chofer sacaba la camioneta. Había otro auto, que utilizaban si necesitaban regresar y volver a salir.

La invité a colaborar en el mismo semanario en el que yo trabajaba y aceptó. En aquellos días yo no dirigía la publicación y el que lo hacía le puso “El Buzón de la doctora Alegría” a la sección que ella iba a atender. Al principio no le gustó el nombre, me decía que le parecía como albur, pero no pasó de ahí. Comenzó a responder las cartas de los lectores que se dirigían a ella; las preguntas más frecuentes se referían a su pasado romance con el ex presidente y a su labor al frente de la Secretaría de Turismo.

Todo iba bien, comíamos en el San Ángel Inn, nos veíamos con frecuencia hasta que al cartonista de la publicación se le ocurrió hacer una caricatura en negligé de Rosa Luz para la página editorial; el antecedente era que una semana antes había publicado un cartón dedicado a Sasha Montenegro con la misma vestimenta, a raíz de una entrevista periodística que le hice en su casa de Tehuixtla y como Sasha era la pareja en turno de don José, Rosa Luz se molestó y decidió no colaborar más con la revista. De nada sirvió que le explicara que cualquier colaborador de una publicación tiene libertad para decidir el sentido de su colaboración y que no se le puede censurar. Ella opinaba diferente, debíamos haber eliminado ese cartón, así que ahí acabó también nuestro trato.

Años después, yo dirigía otro semanario y una tarde me habló un amigo para darme una noticia tremenda: “Rosa Luz Alegría salió a la calle desnuda y está parada en la esquina de las calles de Juárez y San Jerónimo disparando para todos lados, no suelta la pistola y puede herir a alguien”. Cuando llegué al lugar ya se la habían llevado a la Agencia del Ministerio Público. El licenciado Juan Velázquez la iba a sacar de ahí. Al otro día le hablé a Juan, que era amigo mío y quedamos de vernos en un café. Lo encontré con Pedro, hermano de Rosa Luz. Todo había quedado resuelto. Hasta el expediente de la averiguación previa había desaparecido.

Se olvidó el incidente y Rosa Luz publicó un libro de Física. Lo compré esperando encontrarla recuperada de sus problemas psicológicos, pero me topé con un panorama diferente: el texto deja ver a una persona con graves problemas de esquizofrenia. Un amigo común me decía que ella nunca se recuperó del rompimiento con López Portillo, pero yo no creo que esa fuera la causa de su deterioro. El problema viene desde la infancia. En su plática, al abordar las cosas más simples, teje fantasías que el interlocutor capta como tales. Me decía que su casa de la calle de Juárez no era reciente, que había pertenecido a su padre y ella sólo la había remodelado, pero eso no era verdad. Ella la adquirió. Lo mismo sucedió con su casa de Acapulco: teníamos algo pendiente por hacer, pero ella quería irse de fin de semana a ese lugar, ubicado en el fraccionamiento La Joya, en la parte baja de Las Brisas; así que, un día antes de salir, nos reunimos en su casa y me proporcionó el teléfono y la dirección “por si quería yo irla a ver o llamarle por alguna razón”. Ante mi mirada inquisitiva adujo: “No la compré yo, me la regaló Rubén Figueroa”, refiriéndose al ex gobernador del estado de Guerrero y gran amigo de Echeverría. ¿Su intención era que nadie creyera que había salido con “riqueza inexplicable” del servicio público? ¿O no quería ser vista como “nuevo rico”’, con el señalamiento aparejado de snob? Tal vez las dos cosas.

La última vez que me la encontré de frente fue en una exposición de pintura de una amiga mutua. Rosa Luz solamente agachó la mirada. Iba acompañada de un individuo que parecía ser su pareja sentimental reciente, pero no “hacían pareja”, era una situación rara, por llamarle de alguna manera.

Cuando el movimiento estudiantil de 1968, fue conocido su romance con Marcelino Perelló. Luego vinieron los mencionados antes con Luis Vicente y con José. Todos los medios publicaron su figura encabezando un  desfile ¿Del Día del Trabajo? vestida con los colores de la bandera y con una banda en la cabeza, cuando todavía era secretaria de Turismo. Era joven. Todavía lo es, tiene 59 años de edad.

La noticia ahora es que está herida por una bala que le penetró en un glúteo y le salió por la parte baja del abdomen. Acompañaba a una pareja de amigos a la casa de estos en Xochitepec, Morelos, pero los quisieron asaltar o secuestrar, ella se resistió y recibió el balazo. La llevaron a un hospital privado de Cuernavaca, el Henri Dunant y posteriormente al hospital ABC. Está grave, en Terapia Intensiva.

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